Retos de los medios ante la corrupción en América Latina
La relación entre periodismo y corrupción tiene mucho sentido en América Latina porque, para decirlo a secas, es una región muy corrupta. Transparency Internacional sigue considerándola la más corrupta después de África. Como es bastante conocido, la clase política ha tenido un desempeño lamentable para enfrentar el problema, y tal vez no sea exagerado decir que es parte del problema. Si uno hace una lista de las dos últimas generaciones de presidentes latinoamericanos implicados directa o indirectamente con la corrupción de su gobierno, obtiene rápidamente un número de dos cifras. A veces, en algunos países, el desencanto con los políticos antiguos lleva a las masas a apoyar nuevas figuras que, con un discurso antisistema, obtienen el gobierno y una vez allí remozan la corrupción. Tenemos el caso de Perú, en la década pasada. Y ahora el ejemplo más conspicuo es el de Venezuela.
En general, la clase política ha culpado a la prensa de su desprestigio. El documento más importante al respecto es la consulta hecha a 231 líderes latinoamericanos por quienes prepararon el informe sobre democracia regional para el PNUD, en 2004. Estos líderes dijeron que los medios, a su vez instrumentos de grupos económicos que disputan el poder con los gobiernos elegidos por sus pueblos, son, junto con el narcotráfico y los poderes fácticos, una amenaza para la democracia regional.
Es cierto que los medios son muchas veces funcionales a los poderes fácticos y que muy frecuentemente acusan sin pruebas e impunemente. Es cierto que las garantías democráticas permiten a menudo la actuación de una prensa vil y sin principios. Pero sin la prensa buena la actuación de los gobernantes sin escrúpulos no hubiera conocido límites, habida cuenta de la debilidad de las instituciones democráticas regionales. Si hay un sector que ha combatido con eficacia a los corruptos latinoamericanos, ese ha sido el periodismo independiente y en particular el de investigación.
Tal vez el caso reciente más emblemático sea el de Costa Rica, donde se descubrió que tres ex presidentes (uno de ellos el secretario en funciones de la OEA, Miguel Ángel Rodríguez) habían recibido pagos ilícitos. La pregunta sencilla es: ¿el conocimiento de estos hechos podría haber sido posible sin la investigación que al respecto realizó el diario La Nación? Es fácil y acertado responder que no, que ello hubiera sido imposible.
Otro caso es el de Perú, donde hubo una corrupción monumental durante el gobierno de Fujimori. Cuando el gobierno cayó, la Procuraduría Anticorrupción tuvo que recurrir a los periodistas de investigación para organizar sus casos. La mayoría de los numerosos procesos que Fujimori y Montesinos afrontan – que incluyen violaciones de derechos humanos, robo y malversación de fondos públicos – habían sido documentados por la prensa independiente.
Podríamos mencionar también los decisivos aportes del periodismo argentino para demostrar que el ex presidente Carlos Menem se enriqueció desmesuradamente durante su mandato, o del periodismo nicaragüense para demostrar el desvío de fondos públicos en provecho del el ex presidente Arnoldo Alemán, y del periodismo guatemalteco para que se descubrieran las cuentas secretas que abrió en Panamá el ex presidente Alfonso Portillo.
Sin estos aportes, esta corrupción no se hubiera conocido. No decimos aún sancionado, porque la actuación de la justicia ha sido dispar, y en algunos casos decepcionante. Deasde hace siete años el Instituto Prensa y Sociedad y Transparency Internacional premian las mejores investigaciones latinoamericanas sobre corrupción, y eso permite tener a la mano los datos de los mejores trabajos y de los casos más sorprendentes. Están los sobornos organizados por el partido gobernante de Lula en Brasil, los malos manejos dentro del ya no tan popular régimen de Néstor Kirchner en Argentina, el apoyo gubernamental al empoderamiento de los paramilitares en Colombia, el enriquecimiento ilícito de jueces supremos en Ecuador, la malversación de fondos ocurrida en la petrolera estatal en Paraguay, y los creativos procesos que los parlamentarios se inventan para robar dinero público en México, Guatemala, Brasil y otros países. Hay corrupción de medios de comunicación con el Estado, de Iglesias con el Estado, de asociaciones deportivas con el Estado – y la lista continua.
Ricardo Uceda,
Director IPYS – Instituto Prensa y Sociedad
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Dr. Dirk Foerger, Journalist, Director Mediaprogramme South East Europe – Foundation Konrad Adenauer, Sofia/Bulgaria.